jueves, octubre 25, 2007

Play and rewind

Me encanta la primaveraaaa. Más allá de la paradigmática cursilería relacionada a esta estación del año (jaja, aunque suene un poco cacofónico), eso de correr la cortina, abrir la ventana y ver que las calles se ponen cada vez más verdes (y no me refiero a una neurosis generalizada, eh?) me causa cierta sensación de alegría repentina y protección. El clima cálido siempre lo he relacionado con las tardes que pasaba en la casa de mi abuela materna, recostada en mi hamaca, con un pie en la pared para mecerme y otro dentro, cubierto por una mantita tan delgada que podías ver a través de ella.
No sé, siempre he relacionado al clima cálido con los más entrañables recuerdos de mi infancia donde todo era certeza y seguridad y donde aún creía en esas enseñanzas miopes de la escuela.
¿Existe algún botón que haga retroceder el tiempo?

sábado, octubre 20, 2007

Lluvia de ideas

María se moja bajo la lluvia. Gotas de agua fría caen en su cabello y se escurren por sus ojos. Los charcos son difíciles de esquivar, en ocasiones los pisa y ello hace que su ropa y calzado queden mojados, sobre todo cuando un alma caritativa considera que no es suficiente el agua que ha caído sobre ella y con las llantas de su coche crea una ola que es suficiente para dejarla sin un resquicio seco.
María llega a su casa. Se despoja de su vestimenta completamente mojada. Observa la ventana; la selva de asfalto recibe su dosis de vida. María se sienta en un sillón, cierra los ojos y escucha el golpeteo del agua en el techo. Recuerda cómo eran las tardes de su niñez cuando llovía y se imaginaba cientos de historias fantásticas sobre el origen de la lluvia. Una leve brisa acaricia su cara, ella respira profundo y olvida sus penas.
Por un momento, en la habitación sólo se encuentran ella y sus recuerdos, su respiración es quien decide el compaz de las historias.
María duerme plácidamente.

¿Me ayudas?

Quienes me conocen, saben que dentro de mi "top cinco de cosas más odiadas en la vida" está el pedir favores. Esa situación en la que uno se ve metido en ocasiones que implica acercarse a alguien de más o menos cierta confianza, mirarlo a los ojos, cambiar un poco el tono de voz y emitir palabras que lleven implícitas un "por favor, lo necesito, ¿me ayudas?" me causa serias náuseas y, en ocasiones, vómitos.
"Ay Nancy, qué exagerada; ay Nancy, pero cómo, si sabes que para eso estamos..." sí, sí, ya sé, ese es el speech que suelo escuchar cuando digo esto, pero es que en realidad no es el que me hagan el favor lo que me causa conflicto sino el "postfavor". Y es que no es difícil de explicar, pedir un favor es poner en juego la generosidad de las personas, es probar su "buen corazón" que de tan "bueno" pide el obligado intercambio futuro, que implica hacer un favor tres veces mayor al solicitado previamente. Es una ley natural. El simple hecho de escuchar "claro, pero recuerda que yo te ayude en tal ocasión" o "mmm... no tengo tiempo; me va a costar mucho dinero; ¡tengo tantas cosas que hacer!" hacen que haga de esta ley un imperativo en mi vida.
Ojo, no es que no me guste hacer favores, me enferma pedirlos.