miércoles, diciembre 15, 2010

Tu sueño, mi sueño

Sofía llegó a ese sitio, al que siempre añoró de pequeña, el que respiró durante sus descansos, el que la humedad carcomió entre rincones y que albergaba a la gente que compartía su mismo apellido y sangre. El sueño de prolongar esa paz y ese cielo azul casi interminable se podía concretar con un simple: sí. Aquello implicaba un abandono de recuerdos, de planes y de sueños, pero a cambio, recibiría la eterna primavera.
Sofía lo rechazó. La primavera podía esperar, al fin y al cabo es una simple estación del año. Sin embargo, todo lo que ella añoraba, no. Se aferró a sus sueños.
Claro, nunca contó con que la incesante necesidad de cumplir exigencias ajenas la asfixiaría a un punto tal que se vería obligada (por sí misma) a abandonar todo aquello que hacía que su nombre fuera Sofía.
Y la necesidad apremió y el sueño se postergó.
Ahora Sofía vive en un mar de amargura, donde los reproches y las frustraciones florecen en la eterna primavera.